Virgen

La imagen de Santa María de la Victoria corresponde a una tipología de imagen mariana de las denominadas Theothocos (Madre de Dios) o Kiriotissa (Trono de Dios), cuyo origen se encuentra en el Concilio de Éfeso de 431, extendiéndose el culto a la Madre de Jesús gracias a la figura de San Bernardo y la orden del Císter desde el siglo X.

La bendita efigie de Santa María de la Victoria está realizada en madera policromada y estofada. De autor anónimo, diversos estudiosos la atribuyen diversas autorías. Algunos hacen referencia a un origen alemán o austriaco, regalo de Maximiliano I de Habsburgo a sus consuegros los Reyes Católicos; otros la consideran como imagen del círculo del escultor sevillano Pedro Millán, Juan de Figueroa o Jorge Fernández ‘El Alemán’, siendo realizada a finales del siglo XV al albur de la conquista de Málaga (1487). Sentada en una roca como ‘Trono de Sabiduría’, posee en su semblante un carácter mayestático, cercana a los postulados artísticos de las vírgenes tardo-góticas, de raigambre flamenca pero realizadas en España en la Edad Moderna.

Destacamos el tratamiento escultórico de los ropajes de la Santísima Virgen, donde el estofado es la técnica principal de dichos aditamentos dotando a la imagen de una gracia en el vestir con la inclusión de elementos florales en la túnica o el manto. El rostro ovalado se enmarca entre su cabello que cae de lado a lado, siguiendo parámetros formales de una estética realista.

El Niño Jesús es una obra del escultor Adrián Risueño Gallardo, realizada ex profeso en 1943 para la Coronación Canónica de Santa María de la Victoria, sustituyendo a uno anterior del siglo XIX. Sigue las líneas artísticas de la Virgen, en cuanto al tratamiento de la túnica o el rostro.

Los atributos que posee la Virgen de la Victoria son: la corona -como símbolo emblemático de su realeza-, el cetro -atributo que remarca a la Virgen como Reina de los Cielos- y un pajarito -símbolo trascendente de la resurrección-.

La imagen de Santa María de la Victoria fue coronada canónicamente el 8 de febrero de 1943. Esta iniciativa partió del Obispo de Málaga, Balbino Santos Olivera, quien tras la procesión del 8 de septiembre de 1939 se comprometió públicamente a realizar los trámites necesarios para alcanzar tal objetivo.

Podemos establecer el año 1939 como punto de arranque y recuperación del fenómeno procesionista en Málaga tras varios años marcados por los incendios, saqueos y destrucción de numerosas iglesias y conventos y, por tanto, de escasos cultos públicos. Por esa razón, se estableció un marco idóneo para solicitar la coronación canónica de la imagen de la Virgen. Cuando fue solicitada la coronación canónica para la imagen de Santa María de la Victoria, su concesión se ejercía por medio y a criterio del Cabildo Vaticano, el cual establecía tres requisitos para otorgar el privilegio: ser una imagen con antigüedad; que hubiese sido de manera constante objeto de culto y devoción; y que se hubiese comprobado la existencia de milagros o singulares favores por su intercesión.

La Patrona de Málaga y su diócesis cumplía ampliamente los requisitos exigidos. Por ellos, y tras ser solicitada a Roma, siendo Papa Pio XII, el día 18 de agosto de 1940, Federico Tedeschini, Cardenal Arcipreste de la Basílica de San Pedro, expedía el Breve por el que se condecía la coronación canónica a la Patrona de la Diócesis de Málaga.

Una vez ratificada la concesión y a instancias del Obispado, en octubre de 1941 se constituyó la denominada “Junta Diocesana pro Coronación Canónica de la Virgen de la Victoria”, cuyos integrantes se encargarían de que la coronación canónica se enmarcase, por petición del Obispo, en una celebración en la que se integrase una serie de actos que tuviesen la trascendencia que la ocasión merecía. En cuanto a la composición de la referida Junta, esta la integraron diversas personas pertenecientes a los distintos estamentos ciudadanos, implicándose los sectores religiosos, políticos y sociales de la ciudad, entre los que podemos encontrar personalidades como Santos Olivera, Obispo de Málaga; Pedro Luis Alonso Jiménez, Alcalde de la ciudad; y Manuel Pérez Bryan, el que fuera presidente de la Diputación, estos tres al frente de la Junta.

Para sufragar los actos y la coronación el Obispo Santos Olivera señaló que la cuantía económica a recaudar para la adquisición de las coronas se debería lograr mediante una suscripción popular. Además, se recibieron otras contribuciones de instituciones como el Ayuntamiento y la Diputación Provincial, así como diversas alhajas.

En noviembre del mismo año, en 1941, se dividió la mencionada Junta en dos comisiones: “prensa y propaganda económica” y “de corona y cultos”. Una de las primeras medidas adoptadas por esta última comisión fue la elección del orfebre para la ejecución de la corona, el cual sería Félix Granda Buylla, cuyo diseño presentado fue aprobado por el Obispo.

En cuanto a los actos religiosos en los que se enmarcaría la coronación canónica, estos comenzaron con la celebración de una novena en honor de la venerada imagen, que comenzaría el día 30 de enero de 1943. Con el objetivo de resaltar y contribuir al mayor esplendor de la coronación canónica, también se desarrollaron una serie de actividades paralelas a las de índole religiosa, tales como exposiciones, inauguraciones, corrida de toros, conciertos populares, etc.

Llegado el 8 de febrero, fecha de la coronación, comenzó el día con una misa en el Santuario. Una vez concluido el acto religioso se inició una procesión en la que fue trasladada Santa María de la Victoria en un trono muy modesto y adornado con flores blancas hasta el lugar donde se iba a desarrollar el pontifical de coronación, en la actual plaza del general Torrijos o Fuente de las Tres Gracias, al final del Parque de Málaga. Allí se levantó un altar, rodeado por “miles de sillas”, según las crónicas de la época. Además, el paseo central del parque estaba ocupado por unas doce mil personas.

Según narran las crónicas, el momento en que las imágenes fueron coronadas por el Nuncio Apostólico Monseñor Cicognani se produjo “en medio del estruendo de la pólvora en salvas, el clamor de las sirenas, el alegre repique de campanas, los acordes de las bandas de música y el raudo vuelo de aviones arrojando flores por los aires”. El acto finalizó con las preces litúrgicas y el Te Deum, entonándose el himno compuesto por Domingo López Salazar para este fin.

Concluido el pontifical, se inició una procesión camino de la Catedral, después la Patrona de Málaga alcanzaba el Compás de la Victoria y se ubicaba bajo un arco levantado por iniciativa del Ayuntamiento de la ciudad.

Como epílogo a las celebraciones se desarrolló en el Santuario una novena de acción de gracias con la que se dieron por finalizados los actos conmemorativos de la coronación canónica de Santa María de la Victoria, considerado un hecho trascendente para la ciudad de Málaga, así mismo como un acontecimiento que marcaría y resaltaría las celebraciones religiosas de toda una época.

Desde tiempo inmemorial tras su llegada a Málaga en 1487 Santa María de la Victoria fue considerada patrona de Málaga.

Varias contrariedades acontecen en torno a Nuestra Madre a partir de 1835. Por un lado, en ese mismo año, sucede la exclaustración de la Orden Mínima, conforme a lo ordenado por Mendizábal; y por otro el 2 de mayo de  1867 la reducción de días festivos en España decretado por Pío IX. En medio de estas dos fechas fatídicas, en 1856 surgió una Congregación de Señoras para rendir culto a la Santísima Virgen. La devoción, por entonces, había llegado a su máximo esplendor.


El Decreto Apostólico de Pío IX incluía la supresión de la fiesta de la Natividad de la Madre de Dios, pasando a ser el domingo anterior al 8 de septiembre. En el mismo documento incluía la disposición de que en cada diócesis se dispusiese solo de un patrón principal, designado en este caso desde la Santa Sede. Dando cumplimiento a este mandato, el entonces Obispo de nuestra diócesis, D. Juan Nepomuceno Cascallana y Ordóñez, consultando a la Diócesis en general, solicitó a la Santa Sede el deseo de que Santa María de la Victoria fuese declarada como Patrona principal de Málaga y su Diócesis.

Pío IX respondió afirmativamente a esta suplica, decretando un Breve el día 12 de diciembre de 1867, por el que Nuestra Madre era declarada como Patrona principal, siendo fiesta en todo el Obispado cada año el 8 de septiembre, con obligación de oír misa y abstención de trabajar; con rito doble de primera clase y Octava. Dicha noticia fue recibida con repique de campanas en toda la ciudad, celebrándose una solemne función religiosa en acción de gracias, pasando a titularse Nuestra Madre desde aquel día no solo como protectora, sino también como amadísima Patrona.

Hoy en día se sigue venerando como Patrona Principal de la Diócesis de Málaga y de la Ciudad, rindiendo solemnes cultos cada año en torno a su festividad en el principal templo de la diócesis, en la Santa Iglesia Catedral Basílica de la Encarnación.